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Los tipos de empatía

Los tipos de empatía

Dependiendo del nivel de implicación hacia el otro, podemos desarrollar un tipo de empatía u otro.

En esta entrada vamos a ver los comportamientos propios de la gente empática para desarrollarlos en nuestras organizaciones.

Seguro que en tu día a día profesional (y a veces personal), alguna vez te has planteado estas preguntas:

¿Alguien se preocupa por mi realmente? ¿Por qué mi jefe/a y compañeros/as parece que se preocupan por mis problemas pero no hacen nada? ¿Son mi jefe/a y compañeros/as una especie de psicópatas insensibles?

Aunque suenen un poco bruscas, seguramente te hagas estas preguntas a menudo. A todos nos ha pasado en el seno de una organización. Las personas siempre hemos querido saberlo todo sobre los nuestros, entender a todos lo que nos rodean, qué opinan de nosotros, por qué los demás piensan de tal modo, o por qué hacen lo que hacen. Si hay una capacidad que muchos hemos deseado tener desde pequeños (después de volar), ha sido la de leer la mente de los demás:

A los dos o tres años, somos capaces de nombrar sentimientos y decidir si un rostro está feliz o triste. Uno o dos años después entendemos que el modo en que otro niño percibe lo hechos determinará su forma de reaccionar. Es tanto el torrente emocional, que estamos más preocupados de entender nuestras emociones que las de los demás. Durante la adolescencia se fortalece otro aspecto, la lectura exacta de los sentimientos ajenos, preparando así el terreno para las relaciones interpersonales más complejas y amables.

Los circuitos ejecutivos que nos permite pensar en nuestros propios sentimientos, aplican el mismo tipo de procesos a conocer la mente de los demás. Es decir, que depende de como experimentamos las emociones entendemos a los demás de una determinada manera.

La capacidad de «saber» lo que te pasa…

Por un lado, la empatía cognitiva nos permite asumir la perspectiva de otras personas, entender su estado mental y gestionar, al mismo tiempo, nuestras emociones, mientras valoramos las suyas. Todas ellas son operaciones mentales propias de los circuitos descendentes de nuestro cerebro, es decir, los que emergen de las regiones prefrontales y doman las regiones inferiores. Supone pensar en nuestros sentimientos, pensar en los de los demás.

Este tipo de empatía es casi un reconocimiento mecánico, propio y derivado de la necesidad primitiva de percibir los estados de los demás seres para mitigar posibles riesgos. En este tipo de empatía se regula la respuesta emocional y no hay un estrecho vínculo emocional con respuesta fisiológica. Se traduce en el típico discurso de pareja: «Aha…aha…aha…entiendo como te sientes, y creo que deberías hacer esto».

En el ámbito de la empresa lo notamos mucho, y sobre todo en culturas organizativas que estimulan la supresión emocional: todos saben como se sienten los demás, pero nadie tiene una vinculación afectiva/emocional ni se toman acciones concretas. Recordar que los expertos defienden que la supresión emocional que no se gestiona hace perder dinero a las empresas.

En las reuniones de trabajo pasa mucho, y solo podemos utilizar la empatía cognitiva, para leer la batería de señales no verbales, pero que constituyen el mensaje implícito de lo que está pasando. Se llega a una conclusión en la reunión, pero nuestra empatía nos da el toque de atención, nos ayuda a leer entre líneas que algo no se está diciendo. Si eres una persona con una elevada capacidad para empatizar, en estos contextos tendrás la sensación de que no has hecho lo suficiente con respecto a la respuesta fisiológica que has tenido.

La capacidad de «ocuparme» de lo que te pasa…

Por otro lado, la empatía emocional, nos permite conectar con otras personas hasta el punto de sentir, y aquí esta el matiz, en el sentir, lo mismo que están sintiendo y experimentar en nuestro cuerpo un eco de cualquier alegría o tristeza que estén experimentando. Esta es una forma de sintonía que solo puede discurrir a través de los circuitos cerebrales automáticos y espontáneos, propios del sistema neuronal ascendente. Supone sentir nuestros pensamientos, sentir los de los demás. El nivel de comprensión en este tipo de empatía puede ser el mismo, pero aquí el recorrido es diferente y hay una respuesta fisiológica muy similar a la de la otra persona.

La empatía emocional la vamos perdiendo con  la edad (a partir de los 4-5 años) porque hay un patrón educativo de censura emocional.El niño muchas veces, programado para lograr empatía y sentirse comprendido, aprende a “sobre actuar” las emociones. Este aprendizaje nos dura toda la vida, y hay personas que constantemente sobreactúan sus emociones con la esperanza de que los comprendan y atiendan.

La preocupación empática: de preocuparse a ocuparse

La tercera modalidad de empatía la llamamos preocupación empática. Piensa que, aunque la empatía cognitiva o emocional nos permita reconocer lo que otra persona piensa y vibrar incluso con lo que siente, no necesariamente desemboca en la simpatía, es decir en la preocupación por su bienestar.  Va más allá, y activa nuestro modo acción para ocuparnos de los demás y ayudarles, en el caso que sea necesario. Esto es, deriva en una actitud compasiva, asentada en una combinación del afecto y apego (sistemas ascendentes muy asentados en el cerebro).

Entonces llega la pregunta: ¿Son mi jefe/a y compañeros/as una especie de psicópatas insensibles? La respuesta es bien sencilla. Las decisiones que se toman en una organización no siempre se van a basar en estados emocionales, ni siempre van a poder tener en cuenta la perspectiva de todos. Es muy difícil poder llegar a empatizar con clientes internos y externos a la vez sin que no existan individuos que sientan que su perspectiva no ha sido tomada en cuenta.

Por ello, en términos generales, quizá tu jefe conozca tu posición (quizá no), y no haya tomado medidas por tres razones:

  • La empresa no se lo permite (aunque no te lo diga).
  • No ha desarrollado una empatía emocional (y de verdad no siente como te sientes).
  • No ha desarrollado el nivel de preocupación empática necesario, y sienta o no, no ve necesidad de tomar acciones al respecto. (Eso sí, no es tan grave no sentirlo, como sentirlo pero no hacer nada al respecto). La respuesta la puedes obtener observando a los de tu alrededor: sus microexpresiones, su movimiento, sus respuestas fisiológicas cuando les cuentas un problema, o una dificultad que tu departamento ha de superar. Piensa si en conjunto actuáis ante la situación de un miembro del equipo, o si sólo os quedáis en la conversación, piensa si has llorado con alguno de ellos, o has temblado con él/ella si les fueron a despedir.

¿Qué tipo de empatía sueles activar ante los demás?

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Nos vemos en la acción, 😉

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