Desde la perspectiva del liderazgo como de los equipos existe la tendencia a prejuzgar los comportamientos de los demás. Normalmente, es un error perceptivo que perjudica la comunicación.
Como líderes debemos ser capaces de desarrollar en nosotros mismos así como en los equipos una actitud más compasiva y ecuánime posible.
Desde hace tiempo me llama la atención un fenómeno que se produce en el intercambio comunicativo: la intención inventada.
Estando no hace mucho con una maestro de los equipos, me hizo reflexionar sobre algo que nunca me había planteado. Me preguntó por que me pagaban en mi empresa. Yo recuerdo que describí con detalle cada una de las funciones que desempeñaba, pero el rechazó mi propuesta y me dijo: juan, sobre todo, te pagan por conversar.
Estamos continuamente conversando en todos los ámbitos de la vida, tanto con nosotros mismos, lo que llamamos dialogo interior, como con las personas de nuestro entorno. Es en este proceso relacional donde se produce el sesgo atribucional, que con un nombre mas comercial he llamado la intención inventada.
El prejuicio sobre los demás normalmente implica una carga adicional de información que seguramente sea desajustada de la situación.
Este fenómeno se produce cuando emitimos un mensaje, encargamos una tarea, expresamos una opinión o manifestamos un comportamiento y nuestro interlocutor crea a su manera una intención subyacente, distinta a la natural. Esto es, hablamos con un compañero y a un mensaje carente de intención secundaria el añade un supuesto motivo, condicionado por él mismo. Imagina esta situación en una organización, y veras de lo que hablo:
– Pedro: Juan, necesito que hagas esto de otra forma.
– Juan: pero, ¿por qué si está bien hecho?
Esto podría no tener más intención que la suscita sus palabras. Ahora bien, las personas superponemos una intención diferente a la original, ponemos adjetivo a los intercambios, un adjetivo venido de nuestra forma de ser observador. Así Juan podría pensar: siempre me lo dice a mi, por qué me lo dice a estas horas siempre, me quiere fastidiar, siempre me corrige... La intención o motivo de Pedro podría haber sido el simple hecho de transmitir la necesidad de mejora, pero Juan inventa una intención maliciosa en la conducta que recibe.
Inventar intenciones distorsiona la comunicación, cuando ponemos una parte de nosotros en el mensaje de otros, cuando el significado se completa con nuestra «suposición».
Yo personalmente lo experimento en el día a día de mi organización. Hay personas que mantienen una actitud de apertura, y flexibilidad, otras llegan a la organización con la espada desenvainada, lista para usar en contraataque. Estas personas encuentran intenciones subliminales en la mayoría de mensajes aparentemente estériles, sobre todo porque analizan las situaciones desde el temperamento, un lugar primario. La inteligencia emocional tiene mucho que ver aquí, pero también la Inteligencia espiritual.
David Fischman, afirma que el primer paso para desarrollar este tipo de Inteligencia, es tomar conciencia de cómo el ego maneja nuestra vida. Se manifiesta entre otras formas cuando nos ponemos a la defensiva ante una crítica. O cuando juzgamos a otras personas, ya que inconscientemente es una comparación para que el ego se sienta mejor. También hay muchas veces creencias, inseguridades y faltas de autoestima, que les muestran las figuras del desarrollo como saqueadores de almas.
A mi modo de ver, también esta relacionado con dos de «los cuatro jinetes del apocalipsis» que define el psicólogo norteamericano Gottman, cuando define los comportamientos más tóxicos en las relaciones humanas: la culpa y la defensa. Decía aparentemente estériles, porque no siempre será buena la intención de un mensaje. Está claro que cada interacción que realizamos tiene un propósito cargado y deja entrever nuestra esencia.
Desarrollar una actitud ecuánime o más limpia ante la comunicación, nos sitúa en un estadio más relajado y de menor alerta.
Ahora bien, la cosa seria diferente si buscáramos no tanto la intención sino la explicación, el sentido o la oportunidad de los inputs que recibimos. Esto es, mi compañero me ha dicho algo, y voy a intentar comprender que sentido o explicación tiene, donde está la razón de ser de este mensaje, de esta actitud hacia mí. Cuando pensamos de esta forma, estamos teniendo en cuenta dos alicientes muy importantes: la perspectiva del otro y la naturaleza del sistema.
Puede que la intención que había presupuesto no sea mala, no vaya en contra mía, sino que tenga una razón de ser, en la eficacia o la eficiencia, o más allá, sea necesaria porque el sistema lo determina así. Es una postura que busca lo positivo, la oportunidad, es abierta. Es una atención a buenas intenciones.
Es bien diferente la postura que busca la defensa o una intención implícita que no existe. Cuando en un equipo hay desconfianza, falta de madurez o no esta integrada la cultura, las intenciones vuelan, y la mayoría de los miembros de un equipo son objeto de criticas y antipatías entre unos y otros. Es una atención a malas intenciones.