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El poder de una ficción: desarrollo de RRHH

    Mucha gente me pregunta el porqué de mi afición a curiosear temas relacionados con los que este blog recoge. Mayor sería la impresión si a algunos les contestase: porque es una ficción que necesitamos. No saben que mi «frikismo» solo es superado por mi nivel de curiosidad, y así será por mucho tiempo. 

    ¿Por qué el desarrollo de recursos humanos ha de llegar a cualquier organización? Esta es la pregunta sobre la que se construye esta entrada, ¿por qué necesitamos eso en las organizaciones actuales? 


   Si utilizo este término, ficción, es porque me gusta más que paradigma (demasiado grande), o tendencia (que suena a algo pasajero). Los seres humanos trabajamos por proyectos, por ideas. Una idea es un ficto, una ficción (porque aún no existe) que queremos convertir en realidad. De este modo, desde nuestros deseos, aspiraciones y objetivos proyectamos en nuestro entorno, con voluntad inteligente,  estructuras, contextos o escenarios que pueden ser, que se pueden construir como algo nuevo, o que pueden cambiar lo que ya está, trabajar sobre lo que hay cultivado. Lo bueno de las ficciones, dice Jose Antonio Marina, es que no dirigen la construcción de algo, sino que sirven de cimiento para la construcción de algo. De ahí que las denomine ficciones constituyentes, y este es un buen ejemplo:

La igualdad de los seres humanos o la teoría del contrato social o de la voluntad popular o de los derechos humanos son ficciones, pero ficciones que han servido para dignificar la convivencia. Lo que se pretende es que lo que era real al principio se convierta en meta a conseguir, en proyecto. Se puede construir un proyecto real, de tal manera que, si desaparece la ficción, lo construido se desploma. El dinero es un buen ejemplo. Es una ficción que produce efectos reales, no es un bien real sino un bien simbólico. En el futuro aparecerán nuevos modos de dinero, nuevos símbolos, pero la ficción constituyente, el establecimiento de un material sin valor como símbolo de valor de compra, permanecerá siempre.

     CREAR ES RESISTIR, RESISTIR ES CREAR. Esto es lo que decía Stéphane Hessel en su obra Indignaos! Resistir en nuestro caso supone derrocar formas de «ser», formas de gestión obsoletas, exclusivas, y que pueden suponer un menoscabo a las condiciones laborales, y son antipáticas al talento. Todo lo que se crea resiste contra lo que ya existe, y de ahí que entré en guerra con la realidad hasta que alguien o algo le deje quedarse donde está. De este modo parece necesaria la existencia de una ficción como la que dice que las personas son un proyecto diverso a potenciar, a desarrollar en el seno de cualquier organización. En palabras de Goethe somos realidades vivas, repito, vivas. 


   Y ¿por qué una ficción «constituyente»? Porque, ceteris paribus, debería ser la base sobre la que se construyan las directrices y prácticas de gestión de personas de cualquier organización, porque debería ser la base para articular el modus operandi que cada institución y organización debería adquirir al nacer. Es constituyente además, porque no debería tener un carácter tendencial, ni ser una moda de gestionar del momento. Debería imperar en la empresa esa inclinación natural al desarrollo profesional y personal. 


     Según Vaihinger, una ficción es un recurso del que se vale el pensamiento cuando no logra alcanzar su objetivo con el material dado. Esto da que pensar. Es decir, creamos ficciones porque con lo que tenemos no llegamos a donde deseamos estar, nos falta camino, o a veces nos falta querer recorrerlo. La tendencia puede ser cualquiera de las dos, pero lo importante es planteárseloUna ficción se diferencia de una hipótesis por el hecho de que la acompaña, o debería acompañarla, la conciencia de que no responde a la realidad. Inventamos escenarios porque la realidad no es la que más nos gusta, sin duda la tendencia humana de superación. Adler tiene una afirmación con la que no estoy de acuerdo: ser humano significa sentirse inferior. Yo lo diría de otra forma: ser humano significa querer ser mejor. 

Un día pensamos que queríamos ser libres, y en otros tiempos que queríamos vivir con un sistema político llamado Democracia. Así teorizamos hasta llegar a plasmar con la acción, lo que al principio era una ficción. Como ejemplo la dignidad. Los seres humanos imaginamos que nos gustaría vivir de otra manera, “como si” en vez de ser animales listos fuéramos “animales dignos”, es decir, intrínsecamente valiosos, merecedores de respeto, con independencia de nuestra condición o nuestro comportamiento, dice Marina. Yo veo más dignidad en las prácticas que tienen en cuenta el factor humano de las personas. Siendo atrevido, podemos aplicar esto a la gestión de recursos humanos. Así, las personas que trabajan por el desarrollo de sus equipos imaginan que les gustaría que tod@s fueran de otra manera, mejor que la que existe, y así ponen su voluntad al servicio de una inteligencia muchas veces alocéntrica, en contraposición a la egocéntrica. El problema al que me enfrento muchas veces es que parece como si hoy en día tuviéramos miedo a ser virtuosos, a ser mejores, o como dice Bernabé Tierno, como si la virtud tuviera que sonrojarse ante la superficialidad del éxito. ¿Nunca te has encontrado con alguien dispuesto a «pisar» tu talento?

       En cualquier organización trabajamos con lo que tenemos, con la naturaleza de la misma (muchas veces la cultura, el know how, métodos y procesos de trabajo, etc…), una imagen a veces percibida como algo estático. Sin embargo, surge nuestra sorprendente capacidad para crear un cuadro a pintar, una escultura a moldear, una naturaleza inventada y superpuesta, y que creemos puede suponer una realidad mejor que en la que vivimos. Los seres humanos creamos una «evolución» paralela a la que la naturaleza tiene preparada para todos los seres vivos, así que no puede faltar el compromiso con ella. Por eso necesitamos esta ficción, porque aunque «hacemos lo que podemos», siempre queremos estar mejor, las organizaciones necesitan añadir valor a sus outputs, los modelos de gestión han de evolucionar a la par…y a todo ello contribuyen las personas a las que se valora de verdad. 

   Piensa que cuando estas gestionando no debes limitarte a describir día a día la realidad, o sobrescribir lo que otros ya anotaron. Cada persona en sí misma es lo que los lingüistas llaman una expresión preformativa, que crea lo que dice («lo que se dice» en este caso). Si te dices a ti mismo que la gestión puede ser mejor, será mejor porque trabajarás para que lo sea. Si tratas a los demás «como si» pudieran ser en verdad mejor, se comportarán como si lo fueran, y así acabarán siéndolo verdaderamente. La ficción al final funciona como una promesa, como un compromiso entre presente y futuro, un compromiso entre lo que es y lo que puede ser. 

Mi enhorabuena a tod@s lo que contribuyen desde su pequeño entorno a que el cambio sea posible, a tod@s los aficionados a «ficcionear» con la realidad. 

Siempre encontrarás más en lo que puede ser que en lo que es, ¿no?


Bibliografía: Marina, J.A. La pasión del Poder. 2008. Anagrama. Barcelona

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2 respuestas

  1. Estoy de acuerdo, la realidad, màs temprano que tarde, se transforma en lo que SOMOS…, como dice Buda: '' aquèllo que tù pienses, èso seràs '', o mejor aùn,.como señala Pablo apòstol: '' No te conformes a este tiempo, sino transfòrmate mediante la renovaciòn – constante – de tu CONCIENCIA, y asi comprobaràs cuàl es la VOLUNTAD de DIOS, agradable y perfecta ''.

    En efecto, nuestra tarea o, mejor, dicho, la tarea de los nuevos hombres es '' transformar transformàndonos ''….Ahora es el tiempo…-

  2. Gracias por tu comentario Juan!así es, totalmente de acuerdo contigo. Hay una frase que me gustó mucho de Carlos Díez, "tu estado de ánimo es tu destino".

    Si te comportas como si algo pudiese ser, orientas la atención y la voluntad, y así lo que puede ser, llega a ser. Es lo que solemos llamar Efecto Pigmalion: un escultor que amaba tanto su obra que ésta acabó cobrando vida, previa súplica a los dioses.

    un saludo y gracias