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Las funciones ejecutivas de la inteligencia ejecutiva

Las funciones ejecutivas son la base de nuestro Modelo Ejecutivo de Liderazgo

Son aquellas funciones que permiten que podamos dirigir nuestro comportamiento de forma enfocada y en función de nuestras metas internas.

La inteligencia ejecutiva y las funciones ejecutivas hasta ahora se han aplicado a otros ámbitos. En Perceptians las aplicamos al ámbito del liderazgo.

En entradas anteriores veíamos lo que era la inteligencia ejecutiva como concepto aplicado a la inteligencia individual de cada uno, y también hablamos de como la podemos aplicar de forma sencilla a las organizaciones y al liderazgo. Mas adelante aplicaremos estas funciones en conjunto a las organizaciones como “cerebro ejecutivo” y después una a una para ver cómo podemos desarrollarlas.

Normalmente la literatura científica no habla de inteligencia ejecutiva, ya que es un constructo muy nuevo, sino que habla sobre funciones ejecutivas. Aunque ya explicamos las principales funciones que la componen, en esta entrada os traigo la última actualización publicada y que a mi modo de ver es la más acertada en concepto, forma y aplicación. Y sobre todo, es integral.

Para ello me voy a basar en la última definición que Jose Antonio Marina y Carmen Pellicer, han realizado en La inteligencia que aprende (2016).

La directora de comportamiento, la directora de la orquesta cerebral

Para ellos, las funciones ejecutivas se agrupan en función de 4 bloques, que constituirían cada uno una parte importantísima en la dirección del comportamiento, desde el origen hasta el mantenimiento, organización, foco y demás aspectos que la inteligencia necesita para salirse con la suya. 

Ten en cuenta que no son estancas, no podemos no desarrollar una de forma aislada, sino que unas dependen de otras, y hacen funcionar mejor nuestra parte ejecutiva.

A este módulo pertenecen las funciones que nos llevan a la acción, que ayudan a gestionar la energía, dirigirla y controlar las emociones. Es el qué interviene en la producción y gestión de la propia actividad. Lo que nos pone en movimiento y nos da energía. Atención, activación, motivación y emociones son los motores de la conducta.

La antesala de la acción

1. La activación: la capacidad de poner en ON/OFF nuestra actividad según nuestras motivaciones, nuestra atención. Capacidad de up regulate y down regulate según situación. Está relacionado el grado de alerta que tenemos, y el consumo que hacemos de nuestra energía, nuestra capacidad de distribuirla en el tiempo, y entre todas las tareas que necesitamos realizar. Es la capacidad de mantener intensidad y energía en lo que hacemos.

2. La atención o gestión del flujo de la consciencia: es decir, la dirección donde vamos, aprendemos y atendemos, seleccionamos y descartamos: la atención. Decide que entra en la mente y con qué intensidad y precisión. La atención tiene dos niveles: a lo que atendemos, pero también la intensidad de lo que atendemos.

3. La gestión de la motivación: nuestra capacidad de encontrar intención y atracción por un proyecto, una tarea o cualquier otra cosa. La gestión de esa energía que nos mueve. Podemos motivarnos a hacer algo, pese a que no nos guste, podemos encontrar sentido en los proyectos y las tareas que son menos atractivos si tienen que ver con nuestras metas internas.

4. La gestión de las emociones: educar lo que sentimos, poder ponerle nombre, entenderlas, saber cómo entenderlas e interpretarlas, saber cómo generarlas si las necesitamos. Estamos sometidos a una lluvia de emociones, que se generan desde nuestro interior o que el entorno nos genera. Un uso inteligente de ellas es imprescindible para triunfar.

La gestión de la acción y de la no-acción

“Del dicho al hecho hay un trecho”, eso dice el proverbio. Una vez hemos visto las funciones que nos ayudan con la dirección/flujo de energía, pensamientos y gestión emocional, toca lo más difícil para la inteligencia: pasar a la acción. Este módulo es imprescindible porque nos ayuda a hacer, y nos separa del “pensar en hacer” para realmente pasar al mundo del contacto real con la situación, el problema o lo que quiera que la inteligencia deba resolver. En este bloque es donde se suelen encontrar más déficits ejecutivos ya que todos sabemos “hablar” de nuestro rendimiento, pero en el campo de acción de la realidad siempre existe un gap ejecutivo, una diferencia observable.

5. El control del impulso: la capacidad para que no nos cautive lo más cercano, la capacidad de separarnos de los estímulos inmediatos y sustituirlos por los propios o a largo plazo. Es el núcleo de la capacidad de decir NO, en pro de nuestros proyectos o metas internas. Mucho más importante de lo que parece, ya que hoy en día estamos sometidos a una lluvia constante de estímulos de todo tipo.

6. Elección y planificación de metas: Elección de metas y proyectos: en base a lo que queremos hacer, en base a aspiraciones, valores y expectativas. Podemos deliberar y elegir metas mediante el pensamiento. Proyectar. Podemos tener planes y proyectos, pero que no estén priorizados, ni subcategorizados, ni secuenciados en el tiempo, ni reforzados con seguimientos y alertas. Esta función nos ayuda a no improvisar y tener un plan estructurado sobre lo que queremos hacer.

7. Toma de decisión: Iniciar la acción y organizarla: después de tener ideas, ser capaces de llevarlas a cabo con el plan previsto, no posponerlas. No basta con la decisión solo, necesitamos un paso más y es pasar a la acción. Una vez paro el impulso, y tengo un plan para seguir, debo de elegir donde va a ir la energía, la atención, la acción concreta…y para ello voy a comparar todo con criterios. De esto se encarga esta función, de la ciencia de la elección, la economía del cerebro. Tiene la última palabra.

8. Mantener la acción y el esfuerzo: aplazar la recompensa inmediata, ser capaz de esperar resultados a largo plazo. No tenemos nada, ni somos ejecutivos si la acción no se mantiene en el tiempo. Responder a estímulos lo pueden hacer los animales, pero mantener acciones en pro de proyectos y esperar recompensas que no están delante de nuestros ojos es solo humano.

9. Flexibilidad: adaptación y reencuadre de situaciones, experiencias, estilos de pensamiento según las situaciones y las necesidades. La capacidad de moldear nuestros comportamientos y recursos a los diferentes escenarios que la inteligencia tenga delante.

La gestión de la consciencia, la memoria de trabajo y el aprendizaje

10. Gestión del aprendizaje: para generar mejores ideas, más completas a partir de otras, para el pensamiento conceptual, y ser capaces de almacenar y aprender ejecutivamente. La capacidad de traer desde la inteligencia generadora la información que necesitamos para actuar en cada momento. No es solo lo que guardamos, sino nuestra capacidad para traerlo a otra situación, combinarlo con otros elementos de forma creativa y utilizarlo para conseguir nuestras metas.

11. Metacognición: ser capaces de pensar en cómo pensamos, cómo funciona nuestro diálogo interior y cómo transformar nuestros pensamientos sobre nosotros mismos para crear realidad. Es algo único de los seres humanos: cambiamos la realidad, pero también somos capaces de cambiarnos a nosotros mismos mediante la gestión de nuestro yo, asesorado por otro “yo”. Nos podemos recordar que queremos ser mejores personas, que es mejor hacer una cosa u otra, o que simplemente no estamos cumpliendo lo que nos prometimos.

En próximas entradas veremos cómo se relacionan todas en conjunto con una organización, y cada una por separado, y analizaremos su aplicación al día día personal y organizativo.

Nos vemos en la acción! 😉

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4/5

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2 comentarios

  1. Me parece muy interesante el haber trasladado los conceptos de las funciones ejecutivas al nivel del entorno profesional, para ello lograr este desarrollo requiere de un trabajo desde la formación de las funciones ejecutivas cuando el niño está en su proceso de aprendizaje y ello se logra hasta antes de los siete años.

    1. Hola Jose Antonio,

      Me alegra de que te guste el enfoque! Como bien dices, son conceptos mas clínicos, y sobre todo, ahora se están aplicando en la educación de niños. Yo lo que he hecho, es transformar las funciones en competencias, con habilidades y comportamientos que podemos aprender para dirigir mejor nuestra inteligencia a lo que queramos conseguir como líderes.

      Saludos!
      Juan